La traducción y la interculturalidad

La traducción y la interculturalidad:

La posibilidad del encuentro y comprensión del otro a partir de la traducción.

En Bolivia se están presentando profundos cambios en muy distintos niveles desde hace ya algo más de una década. Ellos incluyen modificaciones en los discursos, en las prácticas, en la manera en que las distintas culturas conviven en el país. Uno de estos cambios es que se pretende revalorizar los idiomas nativos. Pero se está olvidando trabajar sobre el tema de la traducción misma como mediadora para esta revalorización, y sobre sus limitaciones.

El lenguaje permite la transmisión de la cultura y “recubre” de sentido el mundo, simbolizando el horizonte cultural. La traducción puede ser un “mediador” útil para que se pueda dar un proceso de interculturalidad más positivo. Pero el lenguaje no es equivalente entre las culturas, un idioma y otro; hay además una suerte de jerarquización de las lenguas, que tiene relación con la imposición de una cultura sobre otra. Esto genera tensiones muy fuertes, negación a la propia lengua o a la otra surgiendo varias preguntas. ¿Puede la traducción “decir” lo mismo? ¿Cómo trabajar con idiomas en los que no hay un lenguaje escrito?

La reflexión filosófica de este problema se adentra en una serie de panoramas distintos, como la dimensión ética de la comprensión del otro, la relación que se puede generar entre los idiomas y la negociación para esta comprensión.

Este ensayo se propone hacer una revisión del problema de la traducción y la interculturalidad en Bolivia, siendo un primer acercamiento al tema de estudio.

1. La interculturalidad. La interculturalidad hace referencia a la relación posible entre dos o más culturas; pero no siempre esta relación es simétrica. En realidad, y más en países que fueron colonizados por naciones europeas, existe una relación sumamente asimétrica, donde por una parte se ha desplazado y sometido a grupos culturales nativos, y por otra se puede ver que algo muy similar ocurre en términos lingüísticos, donde un idioma tiende a sobreponerse y someter al otro.

En particular, en el caso de Bolivia este es un proceso de larga data, desde el siglo XVI, por lo que ahora, aunque ya no se trate de una colonia, se evidencia una estructura compleja de la sociedad. Ahora bien, “[l]a relación entre las diversas culturas que coexisten en cualquier país es una relación entre las personas y de ahí deviene su complejidad. Cuanto más estratificado socialmente sea el país, esa relación tenderá a ser no solo compleja, sino conflictiva.” (Ansión y Zúñiga, 1997: 10). Se puede ver esta relación conflictiva en distintos ámbitos de la cotidianidad, pero para este ensayo se considerará en particular el tema del lenguaje.

2. La lengua. Una de las características propias de ser humano es el desarrollo de una lengua, enmarcada dentro de las características específicas de cada grupo cultural. La lengua “es a la vez un producto social de la facultad del lenguaje y un conjunto de convenciones necesarias, adoptadas por el cuerpo social para permitir el ejercicio de esta facultad en los individuos.” (De Saussure, 2002: 35).

Por una parte, se debe reconocer que el humano utiliza muchos lenguajes simbolizando contenidos de modos distintos; la lengua sería uno de ellos. Por otra parte, este conjunto de signos no es personal, sino una convención dentro de un determinado grupo. Es un producto aprendido dentro de una cultura, que cada individuo registra de forma pasiva. Como se trata de un producto cultural, no siempre una lengua es equivalente a otra, ya que cada una responde a las necesidades de simbolización de su cultura de origen, y a sus productos materiales e inmateriales. En cierto modo, esta comprensión de mundo mediada por la lengua también determina la identidad dentro del grupo cultural. Es por ello que no son totalmente equivalentes; es más, la diferencia entre una cultura y su lengua y otra es tan profunda que en muchos grupos no se sintió la necesidad de desarrollar una escritura, mientras en otras culturas sí se desarrolló un conjunto de signos gráficos que correspondan a la lengua. Es también por ello que se presentan tantas dificultades a la hora de expresar lo dicho en una lengua buscando su correspondiente en otra.

3. La traducción. La traducción es una actividad en la que se trata de entender un “texto” en un idioma y se trata de verter el contenido en otro idioma, buscando la mayor fidelidad posible con la intención del texto. Eco recuerda que “[l]a frase que estamos considerando es un texto, y para entender un texto –y con mayor razón para traducirlo – hay que formular una hipótesis sobre el mundo posible que representa” (Eco, 2008: 57). El trabajo del traductor supone en cierto modo un rodeo antropológico, ya que debe despojarse de sus prejuicios y de su lengua para acercarse a la otra y tratar de entenderla desde sí misma para poder pasar el contenido del texto luego al propio idioma.

4. Límites de la traducción. Ahora bien, esa actividad presenta una serie de problemas nuevos:

– Fidelidad e infidelidad. Ya que las lenguas no son del todo equivalentes, para poder ser fiel con el contenido del texto, a veces se debe ser infiel con las palabras mismas, con la estructura y con la forma. Queda pues pendiente una reflexión sobre hasta dónde, bajo qué criterios se puede flexibilizar esta fidelidad.

– Pérdida y ganancia: al momento de verter un sentido del texto, pueden darse pérdidas en algunos casos inevitables, pero que en otros se producen unos márgenes a ganancia: el nuevo texto, fruto de la traducción, algunos aspectos por los posibles sinónimos y homónimos del idioma de llegada.

– Negociación: en cualquiera de los dos anteriores casos, parte de la actividad es una negociación entre lo dicho por el texto, lo entendido por el traductor y la riqueza específica del idioma de llegada. Se debe negociar entre lo que se puede cambiar para conservar el texto, y si este cambio puede considerarse como una fidelidad.

5. La dimensión ética de la traducción. Estos límites significan, entre otras cosas, que, como indica Eco (2008), no se dice lo mismo, sino casi lo mismo. De todos modos, hay algo que se debe tomar en cuenta: “En la traducción propiamente dicha vale un tácito principio por el que estamos obligados al respeto jurídico de lo dicho por otros, aunque establecer qué se entiende por respeto por lo dicho por otros en el momento en que pasa de una lengua a otra constituye un interesante problema jurídico” (Eco, 2008: 27-28). Es decir que, de principio, un traductor jura decir lo mismo que lo que se encuentra en el texto original (por supuesto, este juramento es implícito, no necesariamente es un hecho jurídico como tal, excepto en algunos ámbitos legales). Pero entonces ¿qué puede hacerse con lenguas de culturas “menores”, que están en desaparición? ¿Qué pasa con idiomas de tradición puramente oral? ¿Puede darse una traducción de cualquier lengua a otra?

Estas son preguntas que son necesarias para poder ampliar los márgenes de una relación más equitativa, más simétrica, entre las culturas que se encuentran conviviendo en nuestro contexto; preguntas que solo podrán responderse con un trabajo mucho más amplio y profundo que será una suerte de horizonte en las siguientes reflexiones.

 

Bibliografía

ANSIÓN, Mallet y ZÚÑIGA, Madeleinte (1997) Interculturalidad y educación en el Perú. Lima, Foro Educativo.

ECO, Umberto (2008) Decir casi lo mismo. Montevideo, Lumen

DE SAUSSURE, Ferdinand (2002) Curso de Lingüística general. Madrid, Akal

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